21 septiembre 2015

Pequeños autoengaños sobre la comida.

Toda onza de chocolate engorda lo mismo, independientemente del tamaño y el grosor, tu cuerpo sabe que es una única onza y actuará en consecuencia.
Corolario: Tampoco sabe diferenciar media onza de una así que es inútil dejar la mitad.

Cuatro galletas seguidas aportan muchas más calorías que levantarse cuatro veces a la cocina con intervalos de cinco minutos.

Si cenas verduras, puedes tomar media tarta de postre, seguirá contando como una comida ligera y tu cuerpo se quedará con ese mensaje.

Si te das un capricho sin testigos, es como si no te hubieras comido ese bollo.

Una manzana para terminar una copiosa comida consigue que todo lo anterior se vuelva light.

La cerveza es casi como el agua y además tiene beneficios científicamente comprobados que, aunque ahora mismo no puedo recordarlos, me suena que eran un montón.

Compartir postre es un pacto de sangre, aunque tomes el 85% del plato, las calorías van a medias. Un trato es un trato.

Imprescindible que el café sea con sacarina después de mollejas, chuletón y brownie, ¡menudo ahorro calórico!

La pizza engorda por porciones, mejor pártela sólo por la mitad.

Si dejas tres patatas fritas dentro del paquete, sólo has picado unas pocas.



Y siguiendo estos pequeños trucos, conseguirás mantener tu línea exactamente igual que estaba pero con menos remordimientos.


6 comentarios:

  1. Verdades como puños, Lola. Las bondades de tu cerveza son las de mi chocolate negro-muy-negro, por cierto.

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    1. De todos es sabido que el chocolate negro son todo parabienes: antidepresivo, antioxidante y anti mogollón de cosas.

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    1. Algunas cosas resultan más fáciles de creer que otras. Pero, claro, no deja de ser todo una inmensa trola -y eso una lo sabe aunque no lo quiera ver-.

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  3. Cuando se ofrece pan y lo rechazas, pero te comes el de tu comensal más cercano, está demostrado según la universidad de Massachusetts, que ese pan engorda igualmente ¡COJONES!

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    1. Estudios con los que discrepa la universidad de Berkeley que sostiene que siempre se comerá algo menos de pan si no pides pero se lo robas a otro comensal.
      La cuestión no es cuánto pan te has comido sino cuánto te podrías haber comido, y ahí está el ahorro calórico.

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