13 junio 2013

Finde de chicas o papás a solas.

Nos vamos de despedida, pasaremos el finde fuera. La noche del sábado no dormimos en casa. Hay que organizarse, muchas son madres de, por lo menos, un bebé. Así que llegó el momento... Y ellos se quedaron solos a cargo de sus retoños.


DÍAS ANTES
Nervios por ambas partes. Mamá va a dejar a la criatura sola con su progenitor por primera vez. Papá inaugura vivencias, enfrentándose a la soledad de los cuidados paternales.

Los niveles de atención se multiplican según se acerca la partida. Cada miembro de la pareja examina exhaustivamente los movimientos del otro. Desarrollan instintos felinos, están alerta. Apuntan cada gesto, recuerdan cada maniobra, toman nota mental de cada detalle.

Mamá controla a papá.
Fisga cómo hace cada cosa cuando -se supone- él está al mando.
Analiza el peligro. Mide la distancia de la cabeza de la criatura con cada esquina. Estudia lo cerca que ha estado de tragarse una pila, meter los dedos en el enchufe o caerse del sofá. Evalúa la temperatura del baño, la papilla y el biberón con precisión termométrica.
Trata de no interrumpir cada 10 segundos. Se esfuerza por no corregir cada acción. Se muerde la lengua para no soltar “¡Trae, anda, trae!”.
Es consciente de que ella lo hace mejor. Es más rápida, más productiva, más eficiente. Porque ha metido más horas, pero muchísimas más, y eso da una soltura de la que ellos carecen.

  
Pero se esfuerza y le deja hacer. Porque ella se va a ir. Y, en el balance mental de la situación, es mejor hacer pequeñas cuñas radiofónicas desde la otra habitación “¡Cariñoooo, voy a guardar los pijamas en el cajón de los pijamas. Ya sabes, es el segundo empezando por abajo del armario de la derecha del todo!”. Más vale que sobre información.

Y papá controla a mamá.
Es como una esponja. No quiere que nada se le escape. Necesita conocer todo lo que ignoraba hasta ahora, tener todos los recursos a su alcance. Absorbe cada pequeño gesto con fruición, como si en él pudiese estar la clave (de hecho, puede que ahí esté la respuesta).
Parece que el bebé y ella hablan en un idioma que a él se le ha olvidado aprender. Ella conoce el origen de cada llanto con sólo medio segundo de listening: “Está cansado. Tiene hambre. Gases. Se aburre. Los dientes.”. Y él no sabe si, llegado el momento, acertará con la solución.

  
Todo lo que no parecía importante meses atrás, ahora se torna fundamental. Claro, lo va a tener que hacer él solito. Y no siempre sabe cómo va. “¿Tenemos un cajón de pijamas?”.

Y mamá tiene que confiar en papá. Y papá tiene que sentirlo.
Ésta es la parte complicada. Los dos saben que esto es un examen, pero no puede parecerlo. Además, a ninguno le gusta el papel que le ha tocado.


Ella tiene agujetas en los ojos y patas de gallo marcadísimas de mirar con ojos de sospecha. El escrutinio al que ha sometido a su pareja en las últimas 72 horas es agotador.
Él está nervioso, lleva unos días que todo le sale al revés. Está perdiendo seguridad en sí mismo. No puede con más presión. Ella se ha transformado en una sombra, sobrevuela la casa en silencio pero él nota su aliento en la nuca. Sabe que le está mirando en el reflejo de la ventana, en el del espejo, por la puerta que ha quedado entreabierta...

Pero juegan a que no pasa nada. Aunque hoy papá se está enredando con el asunto del pijama. Y sabe que ella se está dando cuenta de la jugada (desconoce que los sentidos arácnidos maternos se despertaron con el sonido entrecortado del primer corchete).
Y esperan ansiosos...


Y LLEGÓ EL GRAN DÍA
Las chicas nos vamos y los peques se quedan con papá.
Al principio, hay nervios, miradas al móvil cada tres minutos por si él ha estado llamando, hay algún mensaje, un whatsapp. Pero no, no ha llamado. Se hace entonces la pertinente llamada de control “¿Qué tal vais? ¿Ha comido bien? ¿Ha dormido?”. Y sí, ha hecho todo, están en el parque encantados de la vida, tomando unas cañas con los demás padres, cada uno con su bebé.
Y, entonces, ellas se relajan, se piden también su cervecita y empieza el momento desconexión. Todo parece bajo control. Y para cerciorarse hacen la última llamada del día.


¡Conseguido!
Mamá se ha ido de fiesta y ha disfrutado de uno de sus primeros momentos para ella desde hace meses.
Papá lo ha hecho requetebién con la criatura.
Y los dos han disfrutado del fin de semana. Bueno, mamá más.
  
Y, visto lo visto, sólo queda repetir.


Nota a los padres: Nunca hacer una llamada para preguntar evidencias. Si no encuentras los biberones, vas a la farmacia y compras cinco. No hay que perturbar jamás la frágil, y algo (es)forzada, tranquilidad con bobadas. Sólo generarás inseguridad (que a lo mejor te interesa, para no repetir) y quedarás como un incompetente.

8 comentarios:

  1. Mis carcajadas matutinas con cada post, no tienen precio! Ahora los lunes me gustan un poquito más.... ;-)
    Fdo: M

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    1. Gracias M (guiño, guiño), un placer hacerte reír a horas tan tempranas.

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    2. A ti x venir.... (Respuesta obligada)

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  2. Me flipa lo de espiar por el reflejo...

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  3. El clásico de toda la vida para retocarse, fisgar o fichar en el metro, en el autobús, en el coche, en un escaparate... Pero con nuevas aplicaciones.

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  4. Y para rematar, cuando llegas el domingo y te salta tu madre: hija, la próxima vez te puedes ir tranquila, este se arregla de maravilla con la niña!!!!!!! Es cuando te das cuentas que tb son súper papas!!!!!
    Your friend Thais!

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    1. Que una suegra apruebe en paternidad al yerno es una muy buena señal. Así que, a repetir, está visto que se puede.
      ¿Vamos cuadrando agendas Thaichi?

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  5. Me haces reir un montón , Lola!
    Gracias!
    Ane.

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