27 febrero 2014

Cosas de madres.

Nuestras madres son esas señoras que hacen de tu intimidad una discusión de bar. Tus asuntos privados pueden ser abordados en cualquier circunstancia y con la persona que ellas estimen conveniente, independientemente de tu opinión, tu presencia, tu codazo, tu pisotón o tu “¡Mamá! ¡No cuentes eso!”.
Ellas se rigen por otras reglas, unas en la que no impera lógica alguna y, por tanto, no pueden descifrarse. Lo único que sé es que todo comportamiento típico de madre te pillará siempre con la guardia baja y dejará la actuación anterior en un chiste.
Una madre siempre consigue superarse a sí misma.


El siguiente anecdotario recoge algunos momentos estelares de nuestras madres. Todos son reales. Así son ellas.

Tu infancia se rige por el vaivén de sus estados de ánimo, sus caderas, sus hormonas o vaya usted a saber qué. No existe correlación ninguna entre tu acción y su reacción. Te pegas un castañazo, se enfada contigo. Te pillas los dedos con la puerta, te pega un berrido. Se te cae la bola de fresa al salir por la puerta de la heladería, sopapo por despistada. Y, el tope gama de la inconsistencia maternal, una madre ayudándote a hacer chuletas de los ríos del mundo, que no te atrevas a sacarlas en el examen, se lo cuentes y te ganes el pedazo de bronca.

La complicidad entre una madre y su hija cuando empiezan a gustarte los chicos no tiene precio. Ese día en el que te atreves a compartir con ella que te gusta un chico, os lo cruzáis por la calle y ella suelta “Hija, verdaderamente el hombre desciende del mono…”.

Sus reacciones ante tu embarazo son de lo más inesperadas. Desde el enfado de una futura abuela porque no le gusta que sus hijas se queden embarazadas y ninguna se atreva a comentárselo hasta la bronca por el sexo del nieto “¡Es niño! ¡Menuda putada me has hecho!”.

Puede ser que, obviando vuestro pasado común, decidas hacer caso a sus recomendaciones de estética. Y utilices durante meses ese serum estupendo que te deja la cara tersa y la piel de melocotón. Pero resulta que era para el pelo y la suavidad puede ser por la nueva pelusilla que te cubre el rostro…

Las madres y la tecnología son un expediente X; una combinación entre el dominio del medio y la más absoluta ignorancia. Tienen grupos de Whatsapp, envían fotos y vídeos sin parar, no se despegan del teléfono pero no saben encender el PC de casa, mandar un e-mail o poner un DVD.
Esto da lugar a grandísimos momentos del tipo “Hija, no sé qué pasa pero hoy no me funciona el LSD.” o “No puedo abrir el documento que me has mandado. ¿No lo habrás hecho pequeño? Envíamelo en grande para que lo vea normal.

Ahora nos toca abordar la regresión de nuestras madres y lidiar con su adolescencia. Se abren su cuenta de Facebook. Se pintan las uñas de colores flúor. Se ponen brackets. Se prejubilan, se apuntan a cursos, las nombran delegadas, les gustan 2 ó 3 de clase, se pasan el día con los apuntes bajo el brazo…



Las madres son seres impredecibles. Las queremos muchísimo, las adoramos, pero ahora están tecnológicamente armadas y menopáusicas. ¡Que Dios nos pille confesadas (si es que hay algo que no sepa)!

6 comentarios:

  1. ¡Vivan las madres! ¡Viva tu madre! ¡Olé!

    Buen jueves,

    Pilar

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    1. Vivan las madres pero, ¿sería mucha pedir algo más de discreción?

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  2. "Cuando llegue al portal te hago un APER y bajas?"
    "Un que mama?"
    "Te llamo y te cuelgo,así lo decís vosotras no? APER"
    Una pérdida....versión LAM's mother

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