Y,
al final, nuestros padres pudieron vengarse de nosotros.
Por
los mensajes repetidos hasta la saciedad, y muchísimo más allá.
Por
no claudicar cuando su única recompensa era la ilusión de un cambio futuro.
Por
las horas de sueño perdidas para siempre.
Por
los castigos impuestos y cumplidos sin rendirse en el camino.
Por
las infinitas ganas de querer pegarnos un berrido y reprimirse.
Por
enseñarnos el valor del esfuerzo.
Porque
las cosas se piden por favor y sin llorar.
Por
sentirse horribles personas cuando tocaba ser estrictos.
Por
su perseverancia cuando nada parecía cuajar en nuestras cabecitas.
Por
las luchas con la comida para que ahora disfrutemos con la verdura.
Por
todos los “¡Porque lo digo yo y punto!”.
Por
tratar de hacernos mejores personas.
Por
inculcarnos, a base de sudor -suyo- y lágrimas -nuestras-, el
pundonor.
Por
perdonar nuestros fracasos.
Por darnos aliento.
Por
hacerlo lo mejor posible, aunque fuéramos incapaces de apreciarlo.
Por
querernos incluso cuando menos lo merecíamos.
Y,
pasados muchos años, todo cobra sentido para nosotros. Ahora, admiramos, sin
contemplaciones y rendidos ante la evidencia, su trabajo como padres. Se ha
cerrado el círculo, nuestra progenitura nos ha abierto totalmente los ojos y
podemos ver que ser padre es una tarea harto complicada.
Pero
la comprensión no es suficiente lección; la vida siempre tiene una mejor y
mucho más divertida. Nuestros hijos serán iguales que nosotros, con todos
nuestros cansinos defectos infantiles.
Ésa
será su venganza. Y nuestro castigo.
Yo me imagino a papá y mamá con los brazos en alto MUAJAJAJAJAJAJAJJJJ, mientras suena un trueno y un relámpago ilumina su cara de venganza fría...
ResponderEliminarY seguro que también les destella un ojo de pura maldad.
EliminarNoooooo!!! sólo me entra una sonrisa de incredulidad ante tamaño parecido entre vosotras y yo , y entre vosotras y mis nietos, hacemos lo mismo, sois iguales.
ResponderEliminarGracias tesoro por el reconocimiento, solo tenéis que esperar 30 años para que vuestros niños tambien se den cuenta.
No os voy a mentir algo de risa maléfica me entra. La Anciana
Y yo me recuerdo a vosotros repitiendo a mi hijo todo lo que odiaba que me dijerais...
EliminarSiempre se ha dicho que cuando somos niños pensamos "mis padres lo saben todo", con la edad del pavo cambiamos al "mis padres no saben nada y con la edad adulta terminamos afirmando "cuanta razón tenían mis padres".
ResponderEliminarHasta que no tuve a mi hijo, no me di del todo por vencida. Pero llegó y hubo que admitir la derrota, ellos tenían razón.
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