01 diciembre 2016

Qué te espera estas Navidades.

Hoy, que inauguramos diciembre y el calendario de adviento con sus 25 chocolatinas por comer, no podemos negar la evidencia: las Navidades ya están aquí.
Se abre la veda.


 
El turrón.
Como dice mi padre, si fuera bueno, se vendería todo el año.
 
Las discusiones familiares.
¿Hay algo más típico que un buen pollo en una reunión familiar? Yo no concibo una Navidad sin un acalorado “debate” sobre cualquier tema banal que, además, a nadie le importa. Pero con lo que nos gusta discutir, nos posicionaremos en un bando al azar e iremos a degüello contra los otros.
Si esto es lo que le da vidilla a las fiestas.
 
Envolver y desenvolver regalos.
Naces con la balanza claramente a tu favor pero, vas creciendo, y el asunto se va descompensando hasta la injusticia total; es el sino paterno.
En casa hemos depurado tanto la técnica del envoltorio que ni el mismísimo Ford pondría objeciones a nuestra cadena de empaquetado.
 
Los polvorones.
Da igual que no te gusten. No importa que nunca los compres. Aunque regales cualquier caja que caiga en tus manos, todos los años acabas encontrando un puto polvorón en tu casa. ¡Son los Houdini de la Navidad!
 
Las cenas.
Como con las comidas que vienen por defecto en 15 días son insuficientes, hay que ponerse las pilas y organizar muchas más. Con los compañeros del colegio, los colegas de la universidad, los amigos de ahora, los del trabajo, los del curro anterior, con los de clases de aerobic, con las de yoga, con los padres de la parada…
¡Comamos y bebamos hasta reventar!
 
Las vacaciones escolares.
Son unas fechas estupendas, los niños disfrutan mogollón de sus ¡3 SEMANAS DE VACACIONES! A estas alturas del año, o un ángel gana sus alas haciendo que el día de asuntos propios que te queda cunda como diez, o los padres veremos el rostro iluminado por la magia y la ilusión de nuestros hijos por videoconferencia…
 
Los langostinos.
Habría que hacer un adorno navideño con forma de Rodolfo Langostino, que es mucho más nuestro que el reno.
Recuerdo con sudores fríos ese plato de langostinos que acechaba en cada comida, en cada cena. No sé, en casa de mi abuela, los langostinos congelados no tenían fin. Tal vez comprase un par de palés porque daban para todas las fiestas y cumpleaños hasta junio.
También recuerdo cómo me miraban desde el plato, todos esos pares de ojos negros ordenados haciendo un decorativo redondel. ¡Qué cosita me daba!
 
La gente.
Hordas de personas en la calle, en las tiendas, en los bares, en la cafetería, en la ferretería, en el ginecólogo, en el dentista, en la copistería, en el museo, en el gimnasio, en casa...
¡Joder, esto está petado de peña!
 
Los escondites, los susurros y los secretos.
Siempre estamos a punto de desvelar la gran estafa a uno de nuestros retoños, de que descubran el alijo, de que encuentren un regalo perdido debajo del sofá, de que abran el armario de las escobas y vean decenas de rollos de papel de regalo.
La magia de estas fechas debe ser que sigan creyendo después de tantos incidentes sin explicación lógica.
Pero, ¿qué sería de esta época sin la ansiedad de que nos cacen?

 
Así que aprovecharemos el puente para lo inevitable y pondremos los adornos y el árbol, que nos acompañarán hasta bien entrado febrero (porque da muchísima pereza montarlo pero quitarlo es muchísimo peor, con la de cosas que me quedan por hacer…).
 

5 comentarios:

  1. El adorno langostino me parece una idea genial. Y estoy dispuesta a defenderla a muerte en la cena de Nochebuena. Contra quien sea.

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  2. Yo ya me he quitado la mochila de los envoltorios, ya no se envuelven, directamente se ve expuestos a los pies del árbol, y qué ligereza oye.
    Y mi voto al langostino! Sí. Reno no he visto en mi vida pero langostinos a paladas.
    Feliz comienzo de época navideña!
    Besis

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    1. Llevamos demasiados años con el papel de regalo como para poder parar ahora. ¡Estamos atrapados en papel charol!

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  3. Genial la visión navideña y tan real .... echamos en falta tus comentarios semanales

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