Los días
complicados, en los que la criatura está insoportable, llorona, desobediente,
con pataleta por minuto, protestando con cada cambio de actividad (no quiero
baño, no quiero salir del agua, no quiero cenar, quiero espaguetis, no como
yogur, no pienso lavarme los dientes, a la cama no…) es cuando veo el vaso
medio lleno -lleno entero-. Es en esos momentos, o más concretamente en los
inmediatamente posteriores, cuando no contar con el otro progenitor tiene alguna
ventaja.
Por supuesto que lidiar
con esto sola es una mierda, pero compartirlo es un asco igualmente. Porque hacerlo
entre dos no simplifica la tarea. Todo el mundo termina de mala hostia. El niño
puede con mamá, con papá, con abuelos, primos, tíos y, llegado el caso, con un
equipo de rugby al completo. Así que, mientras más gente esté implicada en el tedioso
proceso, más mal humor habrá en el ambiente.
Porque no
aguantas más, tienes los pelos de punta, la tensión acumulada en los últimos
momentos de la jornada es tal que podrías hacer de lámpara de araña en el techo
de tu salón… Y si lo haces sola, puede que consigas mantener el tipo hasta
acostar al diablo. Entonces, ahí se acaba todo. Conseguido. Fin del momento
maternidad hasta mañana.
Si tienes pareja,
la cosa cambia… Empieza otra batalla. El cansancio, los nervios, la mala leche están
pidiendo a gritos una vía de escape. Y eso es lo que va a haber: gritos, chillidos,
voces y rugidos de todos los colores. Un buen pollo de pareja, vamos. Y ésta es
la parte que me ahorro.
Soy consciente de
que estoy de un humor de perros, no me aguanto ni yo, me caigo mal, estoy
insoportable. Pero no puedo hacer nada. Me tengo que tranquilizar, respirar
hondo y esperar a que amaine mi tormenta interior. Y al final, se termina pasando
(tampoco es que tenga trillones de alternativas…).
Si hubiese
alguien a mi lado sé que cobraría. Tengo la absoluta certeza de que tendría una
bronca monumental. Encontraría el motivo, cualquiera, e iría a por todas. ¡Que
corra la sangre! Alguien tiene que pagar el pato… También estoy segura de que
sucedería en la otra dirección, él está hasta las narices y necesita igualmente
descargar. Y, obviamente, yo sería su mejor opción. La enganchada está
garantizada y el final no es en absoluto halagüeño… Así es como un momento malo
como padre termina con una noche con pollo marital. Y esta es la parte que me
ahorro.
Tengo una última
idea, una alternativa que no he llevado a cabo todavía pero que, cada vez, se
torna más probable. La solución cuando la mala
leche se apodere de mí. Cualquier día de éstos cruzo el rellano y le toco el
timbre a mi vecino “Hola, buenas noches,
¿te importa si te echo una buena bronca? Verás, es que he tenido un día
infernal y necesito pagarlo con alguien y como vivo sola, pues no sé con quién.
¿Te molesta mucho si te monto el pollo que necesito?”.
Y si no puedes llamar a movistar ,yastel ,ono o cualquier otra compañia y esta vez le das tu la chapa con una buena bronca que ademas se lo merecen por plastas.
ResponderEliminarTras abordarte el otro día cual fan hoy te felicito por aqui ... Q crack Lola, me tienes enganchada!! Tus posts desde luego tienen muy poco q envidiar a los comics de Margaux Motin... :)
ResponderEliminarT.
Ya se me está subiendo el fenómeno fan a la cabeza... ¡Ah, no! Que has sido la única. Menuda ilusión, muchísimas gracias Teresa.
EliminarTodita la razón tienes. Como no puedes divorciarte del chavalín, empiezas a redactar los papeles con tu pareja...
ResponderEliminarTienes muchos fans en al sombra que lo sepas, pero no nos atrevemos a escribir. Semos cientos, tal vez miles. Beso.
ResponderEliminarAmen,Lola,amen...
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