Me
tropiezo con las baldosa de la acera.
Me
pillo con los cajones.
Me
dejo los dedos de los pies en las patas de las sillas.
Me
corto con los folios.
Me
como las manillas de todas las puertas de mi casa, al menos una vez al día.
Me
choco con los marcos de las mismas puertas (por lo menos, he esquivado el
picaporte).
Cometo
todo tipo de errores de cálculo -entre el espacio disponible y el que abulto yo-
que terminan, indefectiblemente, en moratón.
Doy
dolorosos rodillazos a la mesa cuando cruzo las piernas.
Me
suele bailar un tobillo cuando llevo tacones y/o plataformas; mientras más
segura de mí misma y más pleased to be
woman me sienta, mayores son las posibilidades de hacer un ridículo mayúsculo
-sin llegar al esguince- en medio de una transitada calle.
El
golpe tonto en el codo que hace que un calambre de dolor te recorra el brazo es
mi pan de cada día.
Piso
coches de juguete, siempre y cuando esté descalza.
Sé
cómo se purga un radiador, me he clavado el maldito pitorro (y las esquinas,
por supuesto).
Cualquier
mueble es susceptible de dejar su morada impronta en alguna parte de mi pierna; la localización exacta dependerá de si es mesa de centro, de comedor, mueble
bajo, mostrador, consola o encimera.
Cierro
los armarios con anterioridad a la retirada de mi propia mano.
Es
más probable que chute la pared que el balón (nosotros también jugamos a fútbol
en casa).
Y,
a veces, me corto las uñas demasiado, con lo que duele eso.
Gracias por este blog Lola, ya no me siento tan "la abuela de 90 años"solo es que soy torpe y quizás algo mas distraída porque yo ademas me caigo jaja
ResponderEliminarConozco mi destino, Vieille.
EliminarSeré tú.
¡Ojalá!
Sería un honor.