06 julio 2015

Con amigos y sin niños.

Una boda como excusa.
Niños bien encajados con abuelos y tíos.
Un fin de semana para estar con los colegas.
Muchas ganas de disfrutar.
Desconectar de las obligaciones cotidianas.
Exprimir al máximo este paréntesis de libertad.



Beber sólo cerveza.
Las risas sonando siempre de fondo.
Recordar miles de anécdotas de juventud, cuando lo normal era estar justo como en estos momentos.
Saborearlo mucho, ahora que es excepcional.
Aparcar los horarios y las prisas y hacer lo que te pida el cuerpo.
Tomarse unos copazos.
Ir la playa sin cubos, palas, manguitos ni sombrilla.
Tumbarse en una toalla sin arena y sin otear el horizonte como vigilantes de la playa.
Echar una cabezada despreocupados.
Ver a los que están fuera y ya sólo te encuentras en las bodas.
Tajarse un poco, o mucho.
Lidiar con la olvidada sensación de una resaca en condiciones.
Levantarnos afónicos y catatónicos.
Reemprender la vuelta a casa.
Cruzar los dedos para que el lunes podamos volver a la rutina sin demasiadas heridas de guerra.


Sumar a nuestro anecdotario este fin de semana, del que tiraremos la próxima vez que consigamos escaparnos todos.


2 comentarios:

  1. Con amigos y sin niños, que bien lo hemos pasado y que ganas de repetir todo todo todo menos la resaca!!! hacia tanto tiempo que no estaba tan mal, mi querido marido el domingo a la tarde contando a los niños que no entraran en la habitacion que amatxu estaba malita, que horror...J.

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    1. Una resaca totalmente desproporcionada, J. No te merecías semejante castigo, o no menos que los demás...

      A estas alturas, ya sólo quedará el buen sabor de boca de un finde estupendo y algo de reticencia al alcohol, que se irá diluyendo en unas pocas semanas.

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