Me
pasa con Almodóvar y también con John Irving. Son tan alternativos, tan
outsiders, tan rocambolescos contando historias que se han vuelto de lo más
previsibles.
Quieren
mostrarnos la realidad invisible a nuestra mirada burguesa y acomodada.
Enseñarnos que existen otras maneras de vivir, diferentes a cualquier idea
preconcebida en nuestras encorsetadas mentes. Demostrarnos que nos equivocamos,
que todo tiene cabida. Cada uno es dueño de su vida y algunos valientes deciden
existir a su manera, hasta el final, aunque no encajen en la sociedad, con sus
familia, entre sus amigos. Hasta ahí, una gran lección.
El
problema es que los tabús van cayendo. Renqueante, la sociedad ha conseguido
avanzar. Y los escandalizadores van envejeciendo. Tratar la homosexualidad (o cualquier tendencia) ha dejado de ser una osadía para volverse en un tema de lo más común, casi banal. El mundo del cine y
la literatura se ha quedado sin el comodín más provocador de todos los tiempos,
el sexo.
Así
que nuestros transgresores se han quedado huérfanos. Ahora, la búsqueda del
escándalo es mucho más costosa. El público ha normalizado tantas cosas que estos
creadores se las ven y se las desean para conseguir que alguien se eche las
manos a la cabeza, como hacían antaño. El resultado final es una auténtica
parodia, rizar el rizo de lo absurdo, cayendo demasiadas veces en lo grotesco.
Su único objetivo es mantener su imagen de enfant
terrible pero no parecen darse cuenta de que, con el paso de los años,
ellos también se han quedado obsoletos. Su lenguaje, su insurrección y su
rebeldía no son más que una pose. Sus historias de ahora son de pacotilla.
El timo de Almodóvar.
- Pedro, contigo llegó el escándalo. ¿De dónde sacas la
inspiración?
- Es que mi entorno es así. ¡La vida es así!
- Pero antes sólo había gays y algún transexual, ¿no?
- Esto también estaba pero la sociedad no quería
verlo. No era lo suficientemente madura.
- ¿Por eso nos lo cuentas en tus últimas películas?
- Sí, hasta ahora no quería desvelar toda la verdad. Sabía
que no estabais preparados aún.
- Así que tu ambiente ochentero no lo formaban
homosexuales condenados en la era post-franquista y católica como nos has
contado hasta ahora sino que en realidad son monjas que se preñan de
transexuales con SIDA., ¿es eso?
- Sí.
- Anda ya, Pedro.
-Te lo juro por la Virgen de Regla.
- Vete yendo para casa que se te ha hecho tarde.
El quedo de Mr. Irving.
- John, en su última novela trata usted la marginación de
los bisexuales.
- Efectivamente. Se luchaba por los derechos de los
homosexuales pero ellos ignoraban y despreciaban la bisexualidad.
- Toda una paradoja…
- Que la gente desconoce hoy en día y había que
mostrar también.
- Sin embargo, no prescinde de su temática habitual.
- Claro, el sexo está en todas partes. No se puede
contar nada sin hablar de sexo.
- Y tenemos también la sempiterna atracción de sus jóvenes
protagonistas por mujeres mayores.
- Sí, es algo que siempre he sentido. Lo conozco y escribo
sobre ello.
- Pero aquí nada es lo que parece. La
atractiva mujer madura resultaba ser un transexual. ¡Todo un golpe de efecto!
- Me gusta hacer pensar al lector. Provocar reacciones. Que
experimente sensaciones nuevas. Ver hasta dónde puede llegar.
- John, nos está usted contando lo mismo de siempre
pero con pitilín.
- Ya.
- Pues no ha colado.
Me
resulta más transgresor mi hijo de cuatro años diciendo “¡Teta!” que estos dos viejos haciéndose los vividos.
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