No
sé dónde está el punto de inflexión de la incultura. Desconozco qué conocimientos
son los elementales. Ignoro lo que debe considerarse cultura general. Sin
embargo, me parece que la ignorancia se está volviendo cada vez más
exhibicionista.
Tengo
la sensación de que se está perdiendo el miedo a mostrarse inculto -sea esto lo
que sea-. Es como si se hubiese perdido el filtro, la vergüenza torera. Tal vez
sea una vuelta de tuerca más del analfabetismo cultural, no ser capaz de ver
hasta qué punto es básico nuestro desconocimiento y, por tanto, no existen
reparos en mostrarlo.
No
sé, yo preferiría no mantener una conversación sobre los ríos de España y sus
principales afluentes… Soy carne de ridículo así que evitaré tratar el asunto
y, en caso de que llegase el absurdo y extremadamente excepcional caso de una
conversación monotemática fluvial, me mantendría en un discreto quinto plano,
mimetizándome con el entorno cual camaleón, “soy un mantel”.
Ésta
es la actitud que, pensaba, adoptaría cualquiera ante situaciones en las que
nos sentimos realmente ignorantes. Pero, claro, para poder hacerlo hay que
conocer el desconocimiento y eso también forma parte de la cultura. No es sólo
que no sepas sino ser consciente de que, muy probablemente, deberías conocerlo.
Y, al perderse lo primero, lo segundo desaparece.
No
es necesario aprender, crecer, desarrollarse… Para qué, si se vive increíblemente
en la ignorancia. Permanezcamos quietos y dejemos morir nuestro cerebro de
inanición. Y si nuestro entorno no tiene inquietudes, mejor, retroalimentemos
nuestro pasotismo, reguemos nuestra actitud vegetal, limitémonos a permanecer
constantes en nuestro universo menguante.
Ahora, la incultura se ha vuelto visible, ostentosa, osada. Hay programas de
televisión plagados de analfabetos militantes que se levantan una pasta por
comentar la vida de otros insensatos.
Los
medios nos venden la incultura, nos obligan a verla, a tolerarla, a asumirla, a
esperarla incluso. Estamos tan acostumbrados que hemos perdido la capacidad de
percibirla y, lo que es peor, de desear algo mejor para nosotros.
El
problema es que puede que algún día despertemos y nos demos cuenta de que nos
hemos perdido el mundo entero; no conocemos nada. Y, entonces, nos arrepentiremos
por lo que no hemos viajado, leído, visto, conocido, disfrutado, escuchado,
aprendido…
Hablando del tema, esta noticia de hoy que adjunto sería ya el puto colmo de la incultura.
ResponderEliminarResulta que la concejal de CULTURA del ayuntamiento de Valencia se ha despedido de su cargo a través de Facebook y ha cometido en menos de 19 líneas unas 30 faltas de ortografía.
Si gente como esta son los que manejan el cotarro, ¿Qué se puede esperar de los que dependemos de ellos?
Es para mear y no echar gota.
http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2015/04/15/552e24d2ca47419a698b457b.html
Obviamente, que su gabinete de prensa dejó el puesto antes que ella. Y, claro, voló libre por primera vez y se estrelló contra la RAE.
Eliminar¡Menuda chusma! ¡Y de cultura nada menos!