Después
de un cáncer, mi relación con el malestar físico ha variado mucho. Se trata,
obviamente, de una derivada más de la supervivencia.
Así
como habrá gente que viva en una perpetua agonía a nada que algo se salga de lo
normal, yo estoy, precisamente, en el lado opuesto. Me encuentro en un estado más
bien hipercondríaco, ni siento ni
padezco. Fundamentalmente, tiro millas y ya se pasará. Parece ser que la
ignorancia es lo que mejor me sienta.
Aquí
no está permitida la gama cromática de los grises, o tienes la enfermedad en la
cabeza –con todas las pesadillas asociadas- o desconectas. Y parece ser que soy
una clarísima opción b). Así que no
puedo pararme a pensar si me encuentro cansada, tengo una molestia rara o noto un
no sé qué que no termina de irse.
En
cualquier caso, mi inconsciente es mucho más sabio de lo que pensaba. Me deja
vivir tranquila hasta que le parece que me estoy pasando. Entonces, se deshace
de mi parte hipercondríaca, me da dos
merecidas tortas y me tira de bruces contra la realidad con un “Preocúpate un poco, reina, que estás tardando.”
Resulta,
entonces, que no vivo en la ignorancia más absoluta. Dispongo de alguna clase
de resorte que me obliga a preocuparme en algún momento. No sé cuánto tiempo tiene
que transcurrir hasta la reacción, cuándo un dolor deja de ser pasajero y se
transforma en persistente, pero llegar a ese punto es una auténtica mierda. Pasas
de la comodidad de la ceguera a la ansiedad de la clarividencia. Tus
pensamientos se embalan y la angustia te anuda la boca del estómago hasta que
alguien te da el visto bueno.
Conseguir
llevar una vida normal después de haber estado bien jodido requiere esfuerzo. Hay
que no pensar en muchas cosas, pero sin pasarse. No prestarse atención, pero
revisándose periódicamente. Tratar de vivir como si estuvieses sano, pero una
persona saludable se preocuparía mucho antes que tú...
Resumiendo,
no hay punto medio, sólo punto miedo.
Yo intento vivir en la ignorancia de lo que aún no conozco. Con el abanico de lo que he visto tengo suficiente para mi punto miedo... Así que no me contéis lo del primo del amigo de un vecino al que le pasó no sé qué...
ResponderEliminar¡Déjate! Creo que sabemos demasiado.
EliminarNo pasa nada por no conocer todo el mal que nos acecha ahí fuera.
Joder ( con perdón) Lola das en el clavo con una precisión infinita y yo multiplico el punto miedo por 3 .
ResponderEliminarLa Anciana
Un punto miedo para ti y otro para cada miembro de la familia.
Eliminar¿Trazamos la línea de puntos? Creo que saldría una estrella de 8 puntas, lo menos.