21 octubre 2013

¡Castigado!

Los niños necesitan castigos. A veces, lo piden a gritos –literalmente- y, otras, se lo merecen porque se está portando de puta pena. No te queda más remedio, tienes que hacerlo. Hay que enseñar que eso no se hace, que las acciones tienen consecuencias y todo lo que ya nos sabemos de memoria los progenitores. En eso consiste educar, claro.
La movida es que luego tienes que llevarlo a cabo. Hasta el final. Y ésta es la parte complicada.


El proceso suele ser el siguiente. Voy quitando los juguetes uno a uno, a ver si cuela. Pero no, él casi nunca para hasta que han caído todos sus entretenimientos favoritos. Y mi castigo es siempre hasta el día siguiente “Como sigas así, te quedas sin coches. Cuento 3. ¡Una! Te aviso que como llegue a 3 y no te hayas levantado del suelo te quedas sin los coches, ¿eh? ¡Dos! O te levantas ahora o ya te he dicho que no vas a jugar hoy con coches… ¡Y tres! ¡No hay coches!” Seguimos en el suelo y ahora el berreo ha subido unos cuantos decibelios. Está más encabronado y con más ganas de dar por saco y desobedecer que antes. Toca repetir proceso. Hasta que lo consiga. Es un auténtico coñazo.

Sin embargo, la peor parte está por llegar. Y ésa me la voy a jamar yo solita. Son las 5 de la tarde y me he quitado, de un plumazo, todos los recursos a mi alcance para que la criatura pase el tiempo. A esto hay que sumarle el llanto desconsolado cada vez que le recuerdas que no tiene acceso ni a Rayo McQueen y su cuadrilla, ni a los aviones, trenes, televisión, iPad, legos… ¡Coño! ¡Si no me queda nada! ¿Qué cojones voy a hacer durante tantas horas?
Y tengo un diálogo interior muy esclarecedor después de gritar “¡Castigado!”:
- ¿Quién?
- ¡Hostias! ¡Yo!
Mucha educación –buena, intento- pero el infierno es tuyo. Son tropecientas horas de niño enfadado, aburrido y sin juguetes a su alcance. Y sé, que si no te mantienes firme, no habrá servido de nada el mal rato pasado, los gritos invertidos, la paciencia agotada. En cuanto cedas, la victoria será suya. Tú serás un pardillo y ellos interiorizarán que a base de insistir, se vence. No son listos ni nada para tomarte la medida. Y la próxima vez, te costará el triple de esfuerzo.

Al final, termino haciéndome trampas al solitario. No le dejo ninguna de las cosas prohibidas pero busco algún entretenimiento paralelo para matar el tiempo y que yo pueda salir viva de semejante fregado. Así que podemos pintar, leer un cuento, jugar al escondite o hacer un puzle.

Porque aunque le castigue sin sus cosas preferidas, no soy gilipollas y me dejo siempre una salida.

2 comentarios:

  1. Nosotros últimamente estamos castigándonos sin salir de casa en toda la mañana. Una linda encerrona post-rabieta, bien apretaditos en casa, al calor del hogar...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Menudo castigo bueno para toda la familia. ¿Se puede saber qué has hecho para merecerte semejante reprimenda?

      Eliminar