28 octubre 2013

Mentiras arriesgadas.

Soltar una trola es muy peligroso, independientemente de su calibre. Cuando mientes, tarde o temprano, te pillarán. Puedes tardar años en darte cuenta pero, cuando esto suceda, difícilmente volverá a ser lo mismo. Y lo vivido con esa persona quedará devaluado. Ahora, ya sabes que miente, ¿volverás a confiar?

Creo que existen diferentes niveles de bola; ninguna de ellas te llevará a buen puerto. En todos los casos partiré de la siguiente premisa básica: el mentiroso no quiere ser cazado. La idea opuesta me hace petar plomos y querer que pases horas tirado en un diván charlando con un buen profesional.



La mentira que no lleva a ninguna parte.
Ésta, directamente, no la entiendo. La relación esfuerzo-beneficio me parece completamente desequilibrada. El trabajo que supone meter la pipa, acordarte y mantenerla en el tiempo es desproporcionado.
Las farsas suelen girar en torno a cosas vacías, materiales, y eso lo hace aún más patético. Engañas sobre qué has hecho, visto, estado, comprado, follado, posees, su precio… Chorradas relacionadas con la imagen y el estatus que te gustaría tener y de los que, obviamente, careces. Necesitas epatar a tu público, sentirte más y mejor. Y a tus oyentes (mayores de 15 años) les importa un auténtico carajo. Si son tus amigos, te querrán por cosas inmateriales. Si son conocidos, te estás dejando en evidencia.
Cuando buscas ser el centro de todas las miradas, deberías pararte a analizarlas con algo más de detalle, seguramente no se parecen nada a lo que crees. No hay envidia, tal vez vergüenza ajena y un poco de lástima.

La mentira.
A secas. Un no en lugar de un sí. El tamaño e importancia son variables –quedan fuera la piedad y la buena educación- pero cuando desenmascaras, no hay vuelta atrás. Entenderás las motivaciones o no, pero esa persona ha quedado en evidencia y, evidentemente, pasará factura a la relación. El precio de la jugada es función de la edad, la bondad, la estupidez, el rencor, el cansancio, la incomprensión, la decepción, las vivencias…

La no-verdad.
Dejar que alguien entienda lo que no es contando trozos de la verdad es mentir. Tu conciencia estará más tranquila, pero es una pipa en toda regla. La diferencia frente a la estándar es que cedes a tu interlocutor, muy amablemente, la responsabilidad de sacar las conclusiones inadecuadas. Pero tú estás pastoreando, guiando hasta el punto de confusión. Y como eso se hace de forma muy consciente, tu no-verdad es una mentira auténtica.
La parte buena es que siempre te podrás escudar en que no te has inventado, aunque eso está tan lejos de la verdad...

El silencio mentiroso.
Omitir algo de enorme relevancia, determinante a la hora de componer la imagen de una persona, es un engaño gigantesco. No ha habido ninguna pregunta, por tanto, el acto de mentir no ha tenido lugar. Sin embargo, el infractor sabe que ha de mantener la verdad oculta para poder seguir siendo quien quiere ser a ojos de los demás.
Esta clase de trampa me parece muy cabrona, tu mudez coacciona, quita a la persona la libertad de escogerte, o no, para que formes parte de alguna parcela de su vida. Si supiera lo que no te atreves a contar, ¿seguirías estando ahí? Sabes cuál es la respuesta, por eso necesitas ocultar tu realidad.

El autoengaño.
De éste no vamos a salir indemnes nunca. Aunque nos esforcemos por no ver, negar, obviar, pasar por alto, meter bajo la alfombra… nuestra mente es muy hija de puta. Y puede que consigas mantener el equilibrio una temporada, incluso durante mucho tiempo, pero un día aparece delante de tus ojos. Todo lo que no querías que existiera, se materializa ante tu atónita mirada. Toma la forma de todos tus miedos, lo que te has ocultado y, además, se ha hecho más y más grande con cada día de ceguera. Y, entonces, te pega una hostia que te hace perder pie. Ahora, a lidiar con tu cruda realidad, a ver cómo se hace eso.



El engaño tiene mil caras pero la decepción que genera es uniforme, universal, sólo cambia su tamaño. Y el antídoto, queridos niños, es el callo que se forma a base de tropezar con la misma piedra. Yo todavía no estoy segura de tenerlo.

13 comentarios:

  1. Solamente hay un tipo de mentira perdonable, las que me cuenta Miguel, que un día subió en un león, que una vez pescó un pez... Pero claro, Miguel tiene 3 años...

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    1. Ésas son perdonables y adorables, tan monas, repletas de imaginación y bondad infantil.
      Luego también mete la trola pura y dura, que hoy nos ha dicho que ya había desayunado... Y todos sabemos que eso no es cierto.

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  2. Qué buen post, Lola. Estás haciendo un pedazo de blog.

    Abrazo.

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    1. Muchas gracias, me alegro que te mole el blog.
      A mí me está gustando la experiencia, aunque acabo de empezar en la blogosfera.

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  3. Las mil caras de la mentira han vivido conmigo....la mentira mas ruin ? "hacer luz de gas" con el de enfrente(y llegar a conseguirlo)...yo no sabia lo que era (buscalo, a ver si opinas igual)....me ha encantado el post....LAM

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    1. Hacer luz de gas: Persuadir a una persona de que su percepción de la realidad, de los hechos y de las relaciones personales está equivocada y es engañosa para ella misma.

      ¡LAM, eso es muy retorcido! Hace falta ser muy cabrón, macabro, pérfido... Llevar a alguien al límite de la cordura es de ser muy hijo de puta. El tema es que si te esfuerzas mucho y te lo curras bien, no veo descabellado que pueda hacerse.
      Daniel Glattauer en “Siempre tuyo” trata el tema, si no recuerdo mal. Aunque si prefieres pasar un rato agradable, estar enganchada y disfrutar “Contra el viento del norte” y “Cada siete olas son altamente recomendables, para pensar en positivo.

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    2. Si si se puede hacer de pelotas(si no eres un tarado mental no way)...pero sabes que maravilla las carcajadas que ha provocado esto entre amigas, primas, hermanas, madres.....recordando los maquiavelicos planes del Dr.Amor?me leere los libros!

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    3. Psicópata sin diagnosticar, ¡menuda suerte LAM!
      Con distancia y buen humor -negro, of course- todo pasa.

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  4. Lo peor de todo no es la mentira en sí y sus consecuencias. Al final, el mentir es una característica única y exclusiva del ser humano fruto de la evolución, ahora bien, no reconocer lo evidente, negar la mayor cuando está más que demostrado que has mentido, es lo peor que puede hacer una persona. Creo que eso nos hace despreciables. Gran ejemplo de ello son los políticos de este país.
    Mentir es humano pero reconocer nuestros errores lo es aún más.

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    1. En este mundo orgulloso, el que reconoce un error o una mentira es un trébol de cuatro hojas. Todo se tergiversa hasta limpiar nuestra conciencia.
      Aunque, para que cuele, hace falta un público con ganas de creer. Pero la fe, querido Donnie, mueve montañas.

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    2. Un publico con ganas de creer o una persona bondadosa e inocente incapaz de creer que alguien pueda ser tan cínico y retorcido. Lo que para muchos viene siendo erroneamente un tonto. Y ojalá abundaran esta clase de "tontos".

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    3. Dependiendo de en qué se crea, uno puede ser bastante tonto, Sr. Darko.
      Otra cosa es la bondad que, efectivamente, nunca sobra.

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    4. No es tan fácil adorable Lola. A veces se cree por necesidad, desesperación o mera supervivencia. Interesante todo esto.

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