Escribir
bien está pasado de moda. Nadie parece prestar demasiada atención a lo que
leerá el prójimo. Con lo poco que cuesta esmerarse y lo que
se agradece un texto en condiciones.
La
ortografía va de mal en peor y resulta sorprendente, considerando que nada está escrito
directamente sobre el papel. Toda comunicación se realiza mediante dispositivos
electrónicos con la función auto-corrector establecida por defecto. Ésta se
dedica exclusivamente a señalar, descaradamente, cada una de nuestras faltas. Y
sin embargo, permanecen ahí. Las puedes ver en cada e-mail, mensaje, whatsapp,
documento o presentación. Y a nadie parece importarle demasiado. ¿En qué nos
estamos convirtiendo? Si nuestros profesores de lengua levantaran la cabeza…
El
asunto de las tildes está totalmente desbocado, como si fueran prescindibles.
Una norma tonta que se inventaron hace siglos y de la que podemos pasar
tranquilamente. Hoy en día, fijarse en esas cosas es de sibarita o de pringado,
seguramente de ambos. Qué más dará ponerlas o no, si al final nos entendemos.
Llegados a estos extremos de laxitud, sólo nos queda comer con los pies encima
de la mesa y masticar con la boca bien abierta.
Además,
la RAE no hace más que allanar el camino hacia el analfabetismo. Sus niveles de
tolerancia están bajo mínimos. Han llegado a simplificar tanto sus usos que me
estoy quedando desfasada con mi ortografía de EGB. Ahora resulta que todas las
reglas que tuve que interiorizar durante mi escolarización están rayando el
error ortográfico o gramatical. ¡Hasta aquí podíamos llegar! Porque anda que
costaba mucho colocar una tilde a sólo de solamente o diferenciar éste -pronombre-
de este –adjetivo demostrativo-.
Sin
embargo, ni la flexibilidad académica ni la tecnología podrán hacernos todo el
trabajo. ¡Oh! El resultado final dependerá, indefectiblemente, de los
conocimientos ortográficos del autor. Si la memoria no alcanza a recordar las
reglas más básicas, los textos estarán repletos de faltas muy graves. Lo peor, que
nunca serán conscientes, tamaña dejadez a la hora de escribir implica que le
relectura no forma parte de sus hábitos. Así, nos encontraremos con haber en lugar de a ver, y viceversa; echo y
hecho intercambiados; porque, por que y por qué utilizados
tan mal que se me saltan las lágrimas.
Y
luego está la puntuación. Menospreciada, rebajada, denostada, apaleada, es la gran
olvidada. Si no importan las tildes, cómo vamos prestar atención al punto y coma.
Estamos
en una situación tan crítica que ni siquiera tienen la categoría de error. Así,
cualquier escrito salpicado de comas sin orden ni concierto puede pasar por
bueno sin que se mencione el tema. Ya no me atrevo a corregir los fallos de
puntuación de un texto porque me miran raro, piensan que soy una petarda
maniática. Aunque sea tan flagrante como SUJETO, VERBO. Semejante patada en la
boca del estómago de la lengua española (y diría que en la del resto de idiomas) tendría que chirriar a cualquiera que tuviera el graduado escolar.
Por eso creo que los concursantes de MYHYV son los escribanos de todos los
despachos del país.
Personalmente,
paso muchísima vergüenza ajena cuando leo algunos sacrilegios, aún sabiendo que
al infractor le viene importando un auténtico carajo. Pero me agobia pensar
que, como me descuide, puedo ser yo la que esté enviando semejante mamarracho y
que al otro lado se encuentre alguien de mi calaña.