Una
boda como excusa.
Niños
bien encajados con abuelos y tíos.
Un
fin de semana para estar con los colegas.
Muchas
ganas de disfrutar.
Desconectar
de las obligaciones cotidianas.
Exprimir
al máximo este paréntesis de libertad.
Beber
sólo cerveza.
Las
risas sonando siempre de fondo.
Recordar
miles de anécdotas de juventud, cuando lo normal era estar justo como en estos
momentos.
Saborearlo
mucho, ahora que es excepcional.
Aparcar
los horarios y las prisas y hacer lo que te pida el cuerpo.
Tomarse
unos copazos.
Ir
la playa sin cubos, palas, manguitos ni sombrilla.
Tumbarse
en una toalla sin arena y sin otear el horizonte como vigilantes de la playa.
Echar
una cabezada despreocupados.
Ver
a los que están fuera y ya sólo te encuentras en las bodas.
Tajarse
un poco, o mucho.
Lidiar
con la olvidada sensación de una resaca en condiciones.
Levantarnos
afónicos y catatónicos.
Reemprender
la vuelta a casa.
Cruzar
los dedos para que el lunes podamos volver a la rutina sin demasiadas heridas
de guerra.
Sumar
a nuestro anecdotario este fin de semana, del que tiraremos la próxima vez que
consigamos escaparnos todos.
Con amigos y sin niños, que bien lo hemos pasado y que ganas de repetir todo todo todo menos la resaca!!! hacia tanto tiempo que no estaba tan mal, mi querido marido el domingo a la tarde contando a los niños que no entraran en la habitacion que amatxu estaba malita, que horror...J.
ResponderEliminarUna resaca totalmente desproporcionada, J. No te merecías semejante castigo, o no menos que los demás...
EliminarA estas alturas, ya sólo quedará el buen sabor de boca de un finde estupendo y algo de reticencia al alcohol, que se irá diluyendo en unas pocas semanas.