En casa
siempre nos ha gustado el humor negro –el extremadamente chorra y absurdo,
también- pero, en este periodo de goteo constante de sustos y desgracias, nos
hemos vuelto las auténticas reinas del ultra black.
Una mirada
ajena podría pensar que somos insensibles o directamente gilipollas, como si no
nos estuviésemos dando cuenta de la seriedad de lo que acontece. Resulta que es
justo al revés. Reírte de lo que está prohibido, de lo que no tiene ni puta
gracia, de lo que es tan triste que sólo puedes llorar, de lo amargo, de lo
oscuro, es terapéutico. Descojonarte cuando la única alternativa es el llanto
infinito no es una mala opción.
Tenemos
comprobado que el humor mega ultra súper negro tiene sus ventajas. Puedes
hablar de tus miedos más fácilmente. No hace falta una gran conversación,
sueltas una buena burrada y ya está dicho. Los demás, veremos la apuesta y trataremos
de subirla. Así hasta que alguien haga un órdago, la coña insuperable, el
comentario macabro supremo. El tema ha sido tratado pero la sensación que queda es más de alivio que de pena. En cualquier caso, echarse unas
buenas risas a costa de un tema escabroso no deja de ser algo similar a pasar
un buen rato. Y si encima terminas con agujetas en la tripa, es la leche.
Sirve también para
que te vayas familiarizando con el drama en cuestión. Es importante decirlo,
pronunciar la palabra cáncer. A base de ir haciendo pequeñas coñas, te vas
acostumbrando a escucharlo, lo vas interiorizando. Comienza a estar presente
pero su simple mención no te desequilibra.
Y tu entorno se
habitúa a oírlo y, sobre todo, aprende a darle el enfoque que te viene bien, el
que necesitas. Si hablas con naturalidad y te ríes de algunas cosas, sabrán cómo
tratar el tema. Y es positivo para todos. Ya sabemos que es un drama, ahora, seguiremos
adelante. Yo he chantajeado vilmente a mis amigas para que me detallen algunos
secretillos:
-
Joder tía, cuéntamelo que tengo cáncer.
-
Eres puta.
-
Lo sé, pero ya estás largando.
-
...
-
Como no lo sueltes, me quito la peluca.
-
Venga, vale. Pero eres una cabrona.
Y no hemos
dramatizado. Nos hemos reído. Le hemos quitado hierro.
Así que, nada
de ofenderse con el humor negro. Puede no hacerte gracia pero es sólo una broma.
Cada uno afronta sus temores como puede y a nosotros el humor negro nos ha
venido muy bien. Una buena salida a nuestros temores.
Lo inoportuno
de una situación no te salva de una carcajada. Aunque no quieras, saldrá sola.
Y precisamente porque luchas contra ella, tiene una fuerza que la hace
incontrolable. Y ahí está, dejándote en mal lugar, esa risotada imprevisible y
descolocada.
En el funeral
de mi tío, entre réquiem y marcha fúnebre, sonaron unos cuantos compases de “Hacia Belén va una burra, rin, rin...”.
Desconcierto generalizado, miradas cómplices de sorpresa y, claro, la
inevitable risa entre las lágrimas. Por lo menos no fue “Borriquito como tú, tururú...”.
En su entierro,
el ataúd no entraba en la fosa. Más de un cuarto de hora para conseguir meterlo.
El número de colaboradores fue creciendo a medida que pasaba el tiempo. Al
final, se consiguió, pero seguro que ninguno de los asistentes se imaginaba
manos a la obra, colaborando en semejante tarea.
Y dejó su
impronta hasta el final.
Puf, lo que me he reído yo contigo perraca. Si esa verja de Ravel hablara...
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