Inevitables torturas pueriles.

Los cuidados más básicos pueden hacer que tus hijos te perciban, de pronto, como al Doctor Mengele, un cabrón de lo más inspirado deseando experimentar nuevas formas de martirio:

- Sonar los mocos con el aspirador nasal o lobotomizando a tu bebé.

- Las frutas o “Mamá me está envenenando y no pienso consentirlo.”

- El termómetro o “Si es por el culo, os quedáis con la duda sobre mi temperatura corporal...”

- Cortar las uñas o amputando la cuarta falange infantil.

- El colirio y el ácido son el mismo producto.

- “¡No te comas eso del suelo!” o “¡Queréis matarme por inanición! Es eso, ¿no? ¡Menuda gentuza!”

- Las manoplas o “¡Me estáis maniatando y vulnerando mis derechos más fundamentales!”

- Limpiar la cara con un kleenex o desfigurando su delicado rostro sonrosado.

- Cortar el pelo o sus terminaciones nerviosas no terminan nunca…

- El jarabe o “Aunque tenga el olor, el sabor y el color de las gominolas, sé que no lo es y lo voy a escupir o vomitar, ¡zorra!”

- El gorro de lana o “Por encima de mi cadáver me colocaréis esa cosa picosa en la cabeza.”

- “¿Bastoncillos de orejas? ¡¿Algún orificio corporal más que necesitéis hurgar?! ¡¿Qué pasa con mi dignidad?!”

- El inhalador o “¡Esto es un intento de asfixia y voy a denunciaros!”

- “Las verduras son para tu puta madre.”

- Supositorios o “Veo que seguís empeñados con el tema de mi culo y he dicho que ni de coña, ¡bastardos!”

- Estrenando zapatos o caminando descalzo sobre las brasas.

Y hoy, después de someterle a termómetro, jarabe, uñas y alguna putada más, me ha dado un abrazo y me ha dicho "Mami, vamos a ser amigos toda mi vida." Ni idea de dónde se ha sacado semejante frase -que me ha hecho derramar litros de baba- pero, obviamente, no me lo tiene en cuenta.