Encabezando
mi lista, y creo que la de la inmensa mayoría de hogares, están Dora, Botas, el
mapa, Diego, la mochila y suputamadre. Para empezar, no me parece muy educativo
que una niña de 5 años ande todo el día sola por ahí, porque tiene padres, que los
he visto en algún capítulo. ¿No es una dejadez de funciones parental brutal?
Muy bien no lo debe de estar pasando la chiquilla, que habla con un mono y una
mochila…
Los
capítulos vienen, además, por pares, como si con 20 minutos no fuera
suficiente. Y, claro, luego hay que
lidiar con las consecuencias: esa mierda de canciones súper pegadizas que no
puedes quitarte de la cabeza durante días, “Soy el mapa, el mapa”, “Mochila,
mochila” (de nada, no quería que os olvidarais de ellas…).
Caillou también me
parece bastante insoportable. ¡Qué familia tan entregada a la educación de su
primogénito! Es que nos deja en evidencia a los padres normales y corrientes,
los que nos enfadamos, los que a duras penas soportamos una pregunta más, los
que encendemos la tele para no oírlos, los que no horneamos bizcochos para
desayunar, los que no tenemos tiempo para coger saltamontes los martes a
mediodía.
Y
luego está el asunto turbio del niño, ¿por qué es calvo? Todos los
personajes de la serie tienen pelazo menos él. Espero que no esté enfermo y nos
espere un final tipo David el Gnomo.
Tengo
mucha ojeriza a la abeja Maya, desde siempre. Nunca me ha caído bien, ni hecho gracia,
ni entretenido, ni nada de lo que se le presupone a un dibujo animado. Lo mismo
sucede con la versión actualizada, es que veo sus rizos y me crispo. Pero, por
suerte, he conseguido transmitir a mi hijo mi rechazo por el bicho y, en cuanto
la vemos aparecer, nos ponemos a gritar “¡Cierra
los ojos! ¡No mires! ¡Cambia de canal! ¡Apaga la tele!”. Y nos reímos un
poco a su costa.
Los
Bubble Guppies no me caen tan mal
como sus guionistas, que se han hecho la picha un lío y han montado un
auténtico Cristo submarino. Son unos niños sirenos que, obviamente, viven en el mar. Sin
embargo, allí abajo llueve, hay charcos en los que se puede saltar, se caen, se
meten en la piscina… A ver, si hemos decidido que naden, mantengamos un poco de
orden, que no se puede uno pedir la ingravidez para aplicarle luego gravedad
según convenga.
O somos peces o somos niños, las dos cosas es un lío hasta para
los diminutos espectadores.
Otro
rencor heredado de mi infancia es Calimero.
Supongo que no conseguí superar nunca que se sintiera desnudo sin su trozo de cascarón
en la cabeza. Eso y que además es un quejica que enseña a tu hijo a emplear
correctísimamente “¡Es una injusticia!”.
Como si no tuviéramos bastante los padres con el repertorio de respuestas que
aprenden sin la ayuda de pollos animados.
Pero
lo cierto es que, a veces, ellos son los únicos capaces de traer algo de paz al
hogar.
Dora les deja tan sumamente abstraídas de la realidad que se lo perdono todo, así que es mi favo.
ResponderEliminarEs que Dora tiene algo hipnótico para los niños.
EliminarY si puedes soportarla, Alele, esa paz que llevas a tu hogar.
Y por último y no menos insoportable por contestona, cursi , redicha , mentirosa y un millón de adjetivos horribles más, la famosa pelirroja de trenzas de 8 años con caballo de lunares Pipi Lanstrud, yo no la podía soportar espero que tengais suerte y vuestros niños no lleguen a conocerla. La Anciana
ResponderEliminar¡Qué mal me cae! Es insoportable.
EliminarAunque no creo que hayas tenido que verla demasiado, Vieille, yo no la aguantaba ni de pequeña.
De pequeño no soportaba a los fruitis y aborrecía a Los mundos de Yupi.
ResponderEliminarEn mi clase era todo un outsider, porque al resto les molaba un montón. ¡Ouh yeah!