Dedicar
tiempo de calidad a tus hijos, ¡qué bonito!
La
gran duda es el concepto mismo de calidad.
¿Se
trata de atención, paz y armonía, juegos y risas?
Y
tiene que ser todo junto, ¿no?
Es
que me parece bastante complicado educar y poner límites mientras nos reímos y
abrazamos como en un anuncio de gel de baño. Si estoy educando, normalmente,
será en contra de sus propios intereses –véanse las frases que acompañan cada día la paternidad-. Entonces, si todo termina en bronca, aunque sea con las mejores
intenciones educativas, ¿ese tiempo cuenta como de calidad? Porque para él es
un asco y para mí, también. Vamos, que tiene toda mi atención pero ninguno de
los dos está disfrutando del momento.
Y
así, entre una cosa y otra, ha pasado la tarde y no hemos tenido ni un segundo tipo
protagonistas de anuncio de IKEA, horneando magdalenas -bueno, tendrían que ser
unos muffins-, regando las hortalizas
ecológicas de nuestro pequeño invernadero o manchándonos la punta de la nariz
con témpera azul muertos de risa.
En
serio, ¿alguien tiene una mazorca de maíz en casa? ¿Dónde se compran? En mi
frutería no me suena haberlas visto. ¿Comprar una para “reciclarla” a modo de
rodillo de pintura es tiempo de calidad? Y si sólo encuentras maíz en lata, ¿a
qué juegas entonces?
¿Habéis intentado hacer un sello con una patata en
serio alguna vez? O eres un asiático tallador de fruta profesional,
que lo mismo haces un corazón en una patata que una pareja de cisnes alzando el
vuelo con un kiwi, o esa idea sólo sirve para desperdiciar una patata y darte
cuenta de que como eco-madre con ideas chulis y súper creativas eres un cero a
la izquierda.
Parece ser que ahora se llevan las estampaciones con hinojo
-el típico producto de fondo de nevera- para hacer un puto punto, o un trozo de col para un efecto manchurrón más
desenfadado. Lo más de lo más,
comprar para dar un uso alternativo a alimentos que jamás comerás.
Y
después de tratar de pasártelo fenomenal y poner toda la cocina patas arriba, el
entretenimiento no ha durado ni media hora y vas a tardar más del doble en recoger
las témperas, las patatas, fregar el suelo, lavar al niño, quitar la pintura de
ropa y mobiliario…
Otra
gran idea para pasar tiempo de calidad es construir un robot más grande que
Barcelona utilizando cajas viejas –que, de nuevo, tendría que coger de la basura-, folios, papel higiénico, cinta americana y
una peluca gigante (¿?).
Ya
puedo ver su decepción, tanto tiempo y tanta caja para esta mierda monumental con
la que no se puede jugar a nada. Y,
además, en mi casa normal y corriente no pega, como no es un loft retro-industrial
con suelos de cemento pulido y paredes desconchadas.
¡Qué
divertido! ¡Pompas de jabón en casa! A lo mejor los hogares suecos no se pringan
y a sus preciosos retoños no les chorrea el bote, ni se les cae todo el jabón encima
del sofá a los dos minutos de abrirlo. Francamente, yo sólo veo problemas, eso
sí, de calidad.
Jugar
a ser su diana disfrazada de mosca podría resultar apetecible pero tengo todos
los boletos para recibir un pelotazo en el ojo, que el niño no consiga acertar
ningún tiro y todo acabe como el rosario de la aurora. Él, cabreado y frustrado,
y yo, con el gorro de mosca y un ojo rojo, buscando un sitio para guardar para
siempre la diana nueva mientras emito mensajes motivadores: “No te enfades, a veces hay que entrenar un poco para que salga bien”,
“Las cosas no siempre salen como queremos.”,
“Hay gente que tiene buena puntería y
otra que tiene que ensayar más para que le salga bien.”. Para terminar gritando,
a años luz del afable abuelo del catálogo –espero que sea el abuelo…-, “Pues enfádate si quieres. Ya tienes dos
problemas: enfadarte y desenfadarte.”
Nuestra
tarde ha sido más bien una labor de supervivencia, intentado que el niño no se
desmadre y tratando de que la madre mantenga la compostura, sin pegar demasiados berridos. Creo que me faltan muchos puntos nórdicos para alcanzar el objetivo tiempo de calidad con hijo.
Aunque
espero ansiosa el día en el que podamos vivir este momento IKEA tan bucólico.
Tiene
más de espacio que de tiempo compartido –se pueden ver los pies de papá, así
que está ahí, en la misma habitación, con su hijo- pero no me cabe duda de que su calidad es
excelente.
Hacia tiempo que no me reía a carcajadas!!!!!te dirán "hay que ver Lola que prosaica te pones aveces"pero es la purita verdad hay que ser un poco escandinavo para que todo salga medio bien.
ResponderEliminarA lo mejor metiendo toneladas de salmón en la dieta de nuestros niños consigamos algún punto extra de carácter nórdico. Y entonces hacer movidas con papel maché les parezca súper divertido.
EliminarLlorando de risa yo sola en la cafetería...
ResponderEliminarMe he reído sola también, Ani. ¿Está mal que yo lo diga?
EliminarBuenísimo Lola! Lo más realista que he leido al respecto!! Me muero de la risa.
ResponderEliminarCuantas tardes de lluvia decido hacer un bizcocho con mis dos pequeños y acabo llena de harina chillando cómo una histérica y ellos mirándome con la boca abierta cómo diciendo: mi madre está loca... Lo que iba a ser una tarde ideal de paz y armonía... Jajajaja!!
Enhorabuena por tu blog!!
El choque con la realidad es brutal, Esther. Nos habíamos imaginado una escena tan bonita y entrañable que terminar a desquiciadas a grito pelado se hace muy duro.
EliminarConfieso que yo también lo he intentado con la repostería, ¡menudo lío para tan pobres resultados!