No
importa el tipo de boda a la que vayas, más informal, más de postín, de día o
de tarde, civil o religiosa, la comida las une a todas.
El
aperitivo.
Se
desatan aquí los instintos más primarios del ser humano. Es una cuestión de
supervivencia. Todos nos volvemos cazadores, vigilantes, sigilosos, al acecho
del canapé.
En
apenas unos minutos, hemos localizado la zona de salida de las bandejas, dado
con el itinerario del servicio, localizado qué camarero es amigo y cuál enemigo,
la frecuencia de las bebidas, la cantidad exacta de copas tinto, blanco y
cerveza por viaje. El entorno ha dejado de ser hostil, tenemos la situación bajo control.
Pues
resulta que no, todos han hecho el mismo análisis exhaustivo del terreno. No
hemos sido más espabilados que el resto, nuestro secreto de sabiduría máxima es
conocido por todos. ¡Es la guerra!
Los
invitados volamos como aves de rapiña cada vez que se acerca una bandeja. Acorralamos
al camarero y, a pesar de la elegancia de nuestros ropajes, no dudaremos en dar
un codazo, colarnos, empujar o dar un pisotón si es necesario. Si no llegamos a
tiempo de hacernos con una presa, pasaremos seña a ese compañero que sí está
colocado y cazará también para ti. Es muy importante la selección de estos
cómplices, tendrás acceso a mucha más comida.
Y
cuando crees que has estado sembrado, que has triunfado en este aperitivo, escuchas
una retahíla de delicias que, no sólo no has probado, es que ni siquiera las has
visto.”¡¿Cómo es posible?! Si mi técnica
está depuradísima...” Pues te has quedado sin foie con cebolla confitada, copa
de salmón marinado y guacamole, brochetas de bogavante.
La
comida.
En
este momento todos somos críticos de la guía Michelin. No comemos, catamos,
degustamos, olemos, saboreamos y, claro está, opinamos como profesionales
gastronómicos que somos.
Da
igual que normalmente ingieras cualquier cosa y te parezca bien. No tendrás en
cuenta que tus espaguetis son asquerosos y los cenas encantado. Aquí se trata
de poner nota y, mientras más peros encuentres, mejor te sentirás. Es como si
la decepción alimenticia fuera sinónimo de ser persona de mundo, alguien
vivido, con experiencia en la vida.
A
una boda acudes con expectativas culinarias altísimas para que la comida nunca esté
a la altura y lo puedas comunicar -con mucho aplomo y gran sapiencia-. Si no
conoces el sitio, te crearás alguna en función de nada y te esperarás siempre más.
En
caso de haber oído hablar mal, confirmarás los rumores y te harás fuerte en la
sabiduría popular. Si todo parece indicar que comerás increíble, la ignorancia
de las masas conformistas será tu estandarte y sentirás una gran decepción.
El
caso es que comerás como un auténtico cerdo pero opinarás como un gourmet.
La
barra libre.
Es
el momento de hacer valer nuestra latinura. Es gratis, pues voy a pedir las
copas de dos en dos, porque la barra está hasta arriba y luego voy a tener que
esperar mucho. Terminada la primera copa, la segunda está un poco aguada así
que mejor voy a pedirme otra; bueno, dos que esto está a tope y paso de volver
a hacer cola…
Volvemos
a ser unos buitres pero con mucha menos soltura que durante el aperitivo. El
alcohol va haciendo mella en nuestra capacidad depredadora y todos nuestros
movimientos serán a cámara lenta. Dejaremos nuestras intenciones bien a la
vista y quedaremos en evidencia ante todos aquellos que mantengan algo más la
compostura que nosotros.
Por
supuesto, tus niveles sibaritas seguirán elevadísimos y no entenderás por qué
no sirven el gintonic con pepino, regaliz, moras silvestres y cilantro, es
inconcebible. Cada fin de semana, bebes colonia alegremente pero eso no viene
al caso.
La
recena.
Es
físicamente imposible que tengas hambre, comer algo es más bien una proeza.
Pero ves pasar una medianoche y tiene que ser tuya.
Dada
la hora y considerando que estás cocido como una merluza, el crítico
gastronómico que llevas dentro está desmayado por los efluvios etílicos. Te da
igual jamón, queso o chopped de Mickey Mouse con ojos de aceituna. Es lo único
que te va a parecer bien de toda la boda.
Y,
al final, lo que menos te importa es la comida. Con lo que te vas a quedar es
con un montón de buenos recuerdos, anécdotas, risas, marujeos y una buena
resaca.
Enhorabuena
a L. y J. y a M. y R., que seáis muy felices y comáis perdices.
Me esta empezando a dar coraje siempre tienes razón y no veas si lo haces extensivo a una inauguración da igual en que museo salen viejas hasta de los armarios y pelean a muerte por un trocito de queso.
ResponderEliminarEn este caso me he limitado a la rapiña de tus seres queridos.
ResponderEliminarUna inauguración, una prueba de salchichas gratuita en el supermercado, un chicle regalado a la salida del metro, los caramelos en la cabalgata de Reyes... son situaciones para auténticas profesionales del buitreo: las viejas. Sus niveles de experiencia y técnica son inigualables.
Y es cierto, su número es elevadísimo. No sé cómo va esto de la esperanza de vida pero ¿por qué hay tantas?
Doy fe.....no pude evitarlo,me lance en plancha a la recena.....Qué alegría haber compartido contigo el aperitivo,la comida,la barra libre,la recena y el fotomatón!!soy una afortunada.Por cierto,con tu permiso,voy a elegir instantánea preferida.Empezando por arriba y de izquierda a derecha,la séptima.Sin duda.:)
ResponderEliminarYo me perdí la recena (he oído maravillas) pero andaba sin hambre justo en ese momento. ¡Cómo la eché de menos al llegar al hotel! Me habría comido un elefante.
EliminarEstuvo todo genial y menudo monopolio del fotomatón Á., pero es que cómo estábamos de monas... Apoyo tu candidatura a la número 7, lo que decía, ideales.
Ainssss,que se me ha olvidado identificarme.Soy Á.Para que no haya dudas....;)
ResponderEliminarJajajaja, muy bueno, nos hemos sentido súper identificados sobretodo con el aperitivo, de verdad somos así? Pues sí, y con técnica súper depurada, no nos falto ningún aperitivo, todo controlado hasta el último....B y J.
ResponderEliminarCuando B. me comentó su Top 10 de canapés me di cuenta de todo lo que se me había escapado. ¡Hicisteis un gran trabajo en equipo!
EliminarEn la próxima boda, seré vuestra sombra y aprenderé vuestros secretos.
Yo por sí acaso me voy a poner peleona en el bar con el café del desayuno. Has despertado a la fiera...
ResponderEliminarAcabas de recrearnos a todos los buitres cuando vamos de boda. Mi lema es..."yo he pagado el cubierto así que hay que disfrutarlo!". La recena, recomida,.. entra en cualquier momento. En una boda recené 3 platos de garbanzos (no te imagines cómo iba y cómo absorbió eso). Para el aperitivo hay una opcion sin ser excesivamente buitre que es la preferida por Larry...directamente cogerle el plato al camarero de turno y ponerlo en tu corrillo.Vaya carota!jajaja. Martuja
ResponderEliminarMartuja, sepa usted que se está delatando..! Eres de las buitres!! Yo directamente, me hago friend del camarero y todo solucionado! Ya sabéis primas...
ResponderEliminarBuen post lolina!
Desde luego, la táctica de Larry es a tener en cuenta. Un momento buitre a cambio de seguridad canapera. Me gusta.
ResponderEliminarY la amistad del camarero no es tan fácil de conseguir que están todos los invitados poniéndole ojitos y haciéndose los simpáticos.