Nuestras
madres son esas señoras que hacen de tu intimidad una discusión de bar. Tus asuntos
privados pueden ser abordados en cualquier circunstancia y con la persona que ellas
estimen conveniente, independientemente de tu opinión, tu presencia, tu codazo,
tu pisotón o tu “¡Mamá! ¡No cuentes eso!”.
Ellas
se rigen por otras reglas, unas en la que no impera lógica alguna y, por tanto,
no pueden descifrarse. Lo único que sé es que todo comportamiento típico de
madre te pillará siempre con la guardia baja y dejará la actuación anterior en
un chiste.
Una
madre siempre consigue superarse a sí misma.
El
siguiente anecdotario recoge algunos momentos estelares de nuestras madres. Todos
son reales. Así son ellas.
Tu
infancia se rige por el vaivén de sus estados de ánimo, sus caderas, sus
hormonas o vaya usted a saber qué. No existe correlación ninguna entre tu
acción y su reacción. Te pegas un castañazo, se enfada contigo. Te pillas los
dedos con la puerta, te pega un berrido. Se te cae la bola de fresa al salir
por la puerta de la heladería, sopapo por despistada. Y, el tope gama de la
inconsistencia maternal, una madre ayudándote a hacer chuletas de los ríos del
mundo, que no te atrevas a sacarlas en el examen, se lo cuentes y te ganes el
pedazo de bronca.
La
complicidad entre una madre y su hija cuando empiezan a gustarte los chicos no
tiene precio. Ese día en el que te atreves a compartir con ella que te gusta un
chico, os lo cruzáis por la calle y ella suelta “Hija, verdaderamente el hombre desciende del mono…”.
Sus
reacciones ante tu embarazo son de lo más inesperadas. Desde el enfado de una
futura abuela porque no le gusta que sus hijas se queden embarazadas y ninguna se
atreva a comentárselo hasta la bronca por el sexo del nieto “¡Es niño! ¡Menuda putada me has hecho!”.
Puede
ser que, obviando vuestro pasado común, decidas hacer caso a sus recomendaciones
de estética. Y utilices durante meses ese serum
estupendo que te deja la cara tersa y la piel de melocotón. Pero resulta
que era para el pelo y la suavidad puede ser por la nueva pelusilla que te cubre
el rostro…
Las
madres y la tecnología son un expediente X; una combinación entre el dominio del
medio y la más absoluta ignorancia. Tienen grupos de Whatsapp, envían fotos y
vídeos sin parar, no se despegan del teléfono pero no saben encender el PC de
casa, mandar un e-mail o poner un DVD.
Esto
da lugar a grandísimos momentos del tipo “Hija,
no sé qué pasa pero hoy no me funciona el LSD.” o “No puedo abrir el documento que me has mandado. ¿No lo habrás hecho
pequeño? Envíamelo en grande para que lo vea normal.”
Ahora
nos toca abordar la regresión de nuestras madres y lidiar con su adolescencia. Se
abren su cuenta de Facebook. Se pintan las uñas de colores flúor. Se ponen brackets.
Se prejubilan, se apuntan a cursos, las nombran delegadas, les gustan 2 ó 3 de
clase, se pasan el día con los apuntes bajo el brazo…
Las
madres son seres impredecibles. Las queremos muchísimo, las adoramos, pero ahora
están tecnológicamente armadas y menopáusicas. ¡Que Dios nos pille confesadas (si es que hay algo que no sepa)!
¡Vivan las madres! ¡Viva tu madre! ¡Olé!
ResponderEliminarBuen jueves,
Pilar
Vivan las madres pero, ¿sería mucha pedir algo más de discreción?
EliminarMamma mia qué anecdotario...!
ResponderEliminarY lo que nos queda por ver.
Eliminar"Cuando llegue al portal te hago un APER y bajas?"
ResponderEliminar"Un que mama?"
"Te llamo y te cuelgo,así lo decís vosotras no? APER"
Una pérdida....versión LAM's mother
Tan de madre…
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