Levantarse
a las 7:00, muerta de sueño, siempre.
Enfilar
el pasillo hacia la cocina, dando tumbos completamente grogui.
Sacar
leche de nevera, sacar vaso, atinar con leche dentro de vaso, abrir microondas,
meter vaso, cerrar puerta, esperar clin,
sacar vaso, echar Nesquik, revolver.
Introducir
pan de molde en ranura tostadora, esperar clin, retirar tostada, echar aceite,
echar sal.
Desayuno
realizado sin incidentes.
Nivel
de dificultad culinaria: 0.
Nivel
de dificultad manipulando objetos y/o sustancias peligrosos: 0.
Encender
televisión. Pulsar 17 (Disney Channel chez moi).
Abrir
grifo, meterse en la ducha, champú, frotar, esponja, gel, frotar, cuchilla,
cruzar dedos, afeitar, exfoliante, frotar cara, aclarar, agua fría, gritar un
poco, más agua fría y salir, al fin, despierta. Parece que la sangre ya ha
llegado al cerebro.
El
que solía ser pequeño se levanta y, como mamá, sigue sus propias rutinas. Él también
necesita su espacio por las mañanas, desayunar tranquilamente viendo dibujos
sin que le atosiguen (eso lo dejamos para luego).
Sigo
a lo mío, que todavía queda lo peor: maquillar, secar pelo, qué me pongo… Y ya
son las 8:00.
El
balance de la situación a esta hora es el siguiente:
- Madre vestida sin desayunar.
- Niño desayunado sin vestir.
Disponemos
de media hora –más los 12 minutos adicionales para los imprevistos diarios- para
salir de casa.
Empiezan
los primeros mensajes para conseguir que el tipo que vive en casa se ponga el
uniforme y se acicale. Mientras lanzo globos sonda que caen en el desierto de
la más terrible de las ignorancias, pelo el kiwi –porque la pieza de fruta siempre
termina siendo kiwi-, preparo el café con leche y la tostada.
Avanzo
con mi desayuno pero sigo estancada en obediencia infantil.
Como
cada día, hay que pasar a la Fase II: montar algo de bulla.
“¡¿Todavía no te has quitado el pijama?!”
“¿Te has lavado la cara?”
“¡Venga! ¡Te he
dicho tres veces que te cepilles los dientes, hombre!”
Y
así hasta conseguir un niño completamente vestido.
Como
este proceso me ha llevado más de la cuenta –según mis cálculos teóricos, el tiempo
real es siempre el mismo-, me lavo los dientes y me pongo los zapatos utilizando
el destinado a imprevistos.
Cojo
el móvil en un último esprint.
¡Y
estamos listos!
Las
mañanas están hechas de rutinas y menos mal, no tengo el cuerpo para
contratiempos hasta pasadas las 11:00.
Te falta una rutina, amiga...Llegar estupenda a la parada. TODOS LOS DÍAS. TODOS. Menudo mérito, darling. Besos. Carlo
ResponderEliminar¡Oh! Muchas gracias, Carlo.
EliminarTú tampoco te quedas corta, querida.
Menudo glamour mañanero destilamos...
Qué gracioso como lo cuentas, Lola.
ResponderEliminarAdemás es que es así, tal y como lo cuentas....y añado...llegar a la parada sin que se te note el estrés mañanero que llevas encima!!!
Creo que tendrían que ponernos una cinta de meta en la parada, para que pudiésemos cruzarla alzando los brazos. Darnos la oportunidad de festejar nuestra victoria. ¡Lo conseguimos! ¡Llegamos a tiempo!
EliminarY disimulas divinamente, Mercedes. Tienes una pinta muy zen rodeada de esa prole desbordante de energía...