Cuando
la meta vacacional está más cerca que nunca, el tiempo transcurre demasiado
despacio. Ya queda menos, está al alcance de la mano, pero el sprint final
cuesta tanto... Llevamos todo el año a cuestas y el cansancio ha hecho mella.
El
día se hace largo. Y las tardes también. La falta de energía se nota al
despertar y nos acompaña durante toda la jornada. Y esto ya no se soluciona
acostándose temprano, no es cosa de una noche. Es el agotamiento acumulado, son
todos los madrugones del año, todas las prisas por llegar a tiempo, todas las
horas de curro, todo el estrés, todas las broncas, llantos y pataletas reclamando
su compensación. El cuerpo y la mente se están quedando sin batería y no sé
cómo puedo enchufarme a la red.
Suena
el despertador demasiado pronto. Vamos a la parada cada vez más apurados de
tiempo. Llego a la oficina arrastrada y sólo queda producir el día entero. Además,
hay que intentar ser una madre decente hasta que se acueste la criatura. Casi
nada.
Sueño
con las vacaciones, me imagino despertándome tarde, leyendo en la playa, echando
una siesta, tomando unas cervezas en una terraza. Un verano totalmente idealizado
pero, en estos momentos, necesito creer. Tener la vista puesta en un futuro
mejor para llegar a fin de curso.
Pero
bueno, casi está. Sólo un par de meses más.
¡Mierda!
Pensaba que faltaba menos, 60 días son un huevo.
Llorar.
En un abrir y cerrar de ojos estaremos bajo la sombra de una palmera tropical bebiendo Mojitos como si no hubiese un mañana.
ResponderEliminarCon un poco de sol y una cerveza tenemos hecho el verano.
EliminarPero creo que voy a ponerme metas más alcanzables, el próximo fin de semana.
Y así todas las semanas...
Acabo de descubrir tu blog y me he reído mucho.
ResponderEliminar¡Qué bien! Espero verte por aquí de vez en cuando.
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