Llega
un momento en el que todos los niños empiezan a dibujar su árbol genealógico. Saben
perfectamente quiénes forman parte de su vida pero les cuesta trazar las líneas
descendientes.
Francamente,
me pregunto qué composición familiar se harán las criaturas. ¿Será lineal? ¿Circular?
¿Un árbol con ellos como máximo ascendente?
Los
elementos principales del dibujo están claros desde el principio pero que los ubiquen
correctamente es una labor harto complicada.
Papá
y mamá son sus referentes. Sin duda. Aunque no vivan juntos.
Ahora
empiezan a surgir las primeras cuestiones, cosas que no parecen encajar del
todo. Nos necesita para poder colocar las piezas de su puzle así que él
pregunta y nosotros se lo explicamos. A su ritmo pero diciendo siempre la
verdad. Dando los detalles necesarios pero sin aclarar nada que no haya
planteado. Tratamos de contestar de la mejor manera posible para que sienta que
los dos estaremos ahí siempre, duerma con quien duerma.
Mi sobrino lleva este tema estupendamente. Nada le chirría, tiene clarísimo que
es el papá de Pispi y quiere ir a jugar a su casa.
Los
abuelos son esa gente tan importante a la que adoran y quieren con locura. Son
garantía de juego, risas, chocolate, besos, cosquillas, dibujos, aventuras, gusanitos
y abrazos.
Ahora
bien, cuando informas a los nietos de que esas personas son tus propios padres,
cortocircuitan. No lo ven nada claro. El simple hecho de que tú tengas
progenitores es algo que les cuesta comprender, como si la paternidad fuese
sólo cosa de niños.
Las
tías tampoco son de fácil asimilación. Una cosa es que estén presentes en sus
vidas con periodicidad diaria y, otra muy diferente, que seamos hermanas. El
hecho de que compartamos padres es algo que está fuera de lugar. “Tía Lola, que no le llames papá, que no es
tu papá, es el papá de mi mamá.” Menos mal que la criatura tiene hermano,
simplifica la explicación.
De
momento, esa inquietud no ha pasado por la mente de mi hijo único –y cruzo los
dedos-.
Los
tíos por vía matrimonial es un área que no genera demasiada incertidumbre. La
única pega es colocar a los abuelos de su primo, que mi hijo se ha agenciado
como propios. Eso sí, la suya por vía paterna es exclusivamente de su
propiedad.
El
novio de mamá es la figura más controvertida del árbol familiar. Mi niño sabe
que está en el dibujo, que forma parte de su vida, que es algo suyo. Pero no sabe
cómo.
Al
principio, lo metió en su –nuestra- familia utilizando los apellidos, conoce
esta forma de vincularnos a todos y le pareció que por ahí podían ir los tiros.
Pensó que el segundo apellido del novio de mamá sería el mismo que el suyo –véase,
el mío-.
Ahora,
estamos con los lazos de sangre y me pregunta si es mi tío. De nuevo, toca
aclarar la situación.
Además,
mi sobrino se ha sumado a la movida haciendo sus propias cábalas sobre qué le
une al novio de la tía. No quiero ni pensar a qué clase de conclusiones habrán
llegado los primos debatiendo sobre estas cuestiones.
Un
niño tiene espacio para querernos a todos. Da igual cómo nos coloquen, mientras
aparezcamos en su pequeño galimatías genealógico.
Pues yo también pensaba que Pablo era tu tío...
ResponderEliminarMenos mal que no, habría mucho más que explicar a mucha más gente.
EliminarEn la hipotética composición familiar del niño se te ha olvidado meter a Rayo Mcqueen, Chick hicks y Francesco Bernoulli.
ResponderEliminarPor cierto, a lo lejos se ve el águila culebrera acechándonos.
Más vale que aprendamos el característico vuelo del águila culebrera para aprobar suegro, padre y abuelo… ¡Todos a estudiar!
EliminarMe encantaría escuchar una conversación de los primos, tiene que ser muy divertido ordenar apellidos. Por cierto, ya se saben los apellidos? Y entienden el significado? Es que nosotros vamos un poco lentos con el hablar... J.
ResponderEliminarUna foto preciosa!!!!
J., es que yo le he enseñado sus dos apellidos desde pequeño. Me hacía ilusión estar ahí. Pero no creo que sepa muy bien de qué va la movida.
EliminarY sus conversaciones son muy graciosas siempre, sobre todo cuando habla su primo, que sabe latín.