La
prueba de fuego con un idioma es, para mí, la lectura de una novela. Y no hablo
de un texto elegido por el profesor o de un libro que te hayan obligado en el
colegio, me refiero a ir a una librería y elegir, de motu proprio y sin
coacción, la versión original.
Leer
en otra lengua siempre me ha impuesto mucho respeto. Mi idea no es hacerlo
diccionario en ristre, deteniéndome ante cada nuevo término y tomando notas al
margen, sino tratar al libro como siempre, obviando el idioma. Ser así de
pretenciosa hacía que el asunto se presentase como algo titánico, inabarcable.
Pensaba que la historia se perdería entre palabras desconocidas, que sería incapaz
de atisbar el argumento. Obviamente, quedaba fuera de consideración cualquier
valoración sobre la calidad del texto. Y claro, tardé muchos años en lanzarme,
como por aquel entonces no dejaba libros a medias, tendría que tragarme no sé
cuántos cientos de páginas sin empanarme y me daba una pereza espantosa.
Pero
un día lo hice. Me tiré al río. Decidí comprarme uno. Siendo práctica, y muy
sincera sobre mis capacidades, estuve cavilando qué sería capaz de leer.
Los
principios básicos estaban claros. Un libro entretenido, que enganchara desde
el principio y que, sobre todo, me permitiera no entender muchísimas palabras sin
perder del todo el hilo. Descarté el género policiaco, no fuera a estar el
asesino escondido tras un phrasal verb
y seguir, todavía, con el crimen sin resolver. Tampoco valoré ningún clásico,
por mucho que me gusten las películas de época, Jane Austen se escapa descaradamente
a mis posibilidades. Tenía que centrarme en algo más facilón, pero sin llegar a
Barco de Vapor.
En
ésas estaba cuando, de repente, entre la pila de best-seller del aeropuerto (que suele tener mucha más morralla que
el de una librería normal), unos lomos rosas llamaron mi atención. Parecían tener letras de neón. The
Secret Dreamworld of a Shopaholic. ¡Lo
tenía! Era exactamente lo que andaba buscando, cumplía con creces todos los
requisitos. Es que sólo faltó la música de violines como banda sonora del
encuentro.
Y
lo leí. Entero. En la playa y sin diccionario. No exageraré diciendo que del
tirón porque la historia era una auténtica chorrada y la protagonista me ponía muy
nerviosa. Pero me mantuve firme hasta el final, cuando todo se arregla y
triunfa el amor. Un bodrio que no deja ningún poso, salvo ser el que me quitó
el miedo.
Después
han caído más., siempre siguiendo mis principios de elección para una novela en
V.O. Y me he sorprendido disfrutando y comprendiendo aunque, claro, el narrador
era un niño en The Boy in the Striped
Pyjamas de John Boyne, un autista en The
Curious Incident of the Dog in the Night-Time de Mark Haddon y un
adolescente en Slam de Nick Hornby.
No son Fray Perico y su borrico pero se acercan bastante…
Pues yo con Slam me lo pasé teta, digo teet...
ResponderEliminarYo quiero ser skater adolescente, no te digo más.
EliminarLola, qué envidia. Me cuesta mucho ponerme a leer, así que en vo ni te cuento! Alguna recomendación en francés? igual así consigo superar mi vagancia..Martuja
ResponderEliminarMartuja, se me ocurre que, directamente, te tires a la piscina con Ensemble, c'est tout de Anna Gavalda. Me encantó pero no caí y lo leí en castellano, quel dommage!
EliminarSi quieres un comienzo más suave, ya sabes, un buen bodrio. Guillaume Musso es un escritor francés de best sellers; novelas entretenidas en las que mezcla amor, misterio, thriller y más allá… Incroyable mélange!
Así que, valor y al toro.