30 junio 2014

No TV.

No suelo ver la televisión. No es una convicción, ni una opción, ni una decisión, ni una postura. No es ni bueno ni malo. No tiene nada de intelectual -no dedico el tiempo libre a estudiar filosofía-. Simplemente, se queda apagada.
Por supuesto, no podría pasar sin el electrodoméstico, tengo un hijo de cuatro años. Estoy valorando poner un sensor de movimiento que encienda Clan TV cuando pasa por delante, no digo más.



Mi principal problema es que tengo vetada gran parte de la parrilla televisiva. Añadamos que, como sigan prolongando El Tiempo y retrasando el prime time, vamos a tener que hacer gaupasa para ver una película en directo y hasta el final. Y una ya no está para que le den las 12:30 un martes.

Diría que todo comenzó dejando el telediario cuando mi vida era una putada detrás de otra. No podía soportar las malas noticias, bastante tenía con sobrellevar las que nos acechaban en cada esquina. Ése fue el primer y más definitivo paso; una vez que te vuelves tolerante con una vida en la más absoluta ignorancia, puedes seguir la senda del apagón.
Evidentemente, se sumaron las series de médicos. No me entretenía nada el ambiente hospitalario, que tenía el placer de conocer de primera mano. Tampoco estaba preparada para los tristes devenires de los pacientes y, menos aún, para los (in)esperados giros de guión cuando tocaba deshacerse de un protagonista que iba a probar suerte en el mundo del cine.
Cualquier programa que me acercase al sufrimiento ajeno quedaba, inmediatamente, fuera de consideración. Incluiré los terribles y sanguinarios documentales donde fallecen miles de preciosos bebés gacela. No los veía pero, desde luego, no era un buen momento para acercarse al mundo cruel de la naturaleza.
Tenía que escoger las películas con cuidado. Descubrí entonces que comedia romántica no es una garantía, se cuelan desgracias a tutiplén y una está muy sensible para que el padre del amigo del protagonista muera de cáncer. El ojo inexperto no se dará cuenta del dato, sin importancia alguna para el desarrollo del film, pero si lo que tratas es de no pensar en cáncer, te aseguro que te cagas en los guionistas. Esto supuso también una drástica reducción de las posibilidades televisivas.

Esos fueron mis comienzos. Ahora, la maternidad está haciendo su propia criba.
Con los gritos de mi hogar tengo más que de sobra –y la cabeza como un bombo-, como para elegir un pollo retransmitido. No soporto los debates encendidos, ya sean políticos o marujiles. Meter en mi casa insultos, desplantes y faltas de respeto de desconocidos no me entretiene, sólo me produce ansiedad y mala leche. Y, francamente, no puedo permitirme semejante gasto en una opción lúdica.
Me cae mal Pablo Motos, eso también merma mis opciones.


Al final, en mi horario ideal (de 21:00 a 23:00) sólo puedo ver el telediario, los deportes y el tiempo (con tanto detalle, soy capaz de dibujar mis propias isobaras y hacer mi predicción meteorológica para el fin de semana). Así que, mientras no tenga CANAL+ y haya que conformarse con la programación estándar, creo que la televisión seguirá quedándose apagada. Me aburro de hacer zapping buscando algo que ver…


7 comentarios:

  1. Aquí otra que dejó de verla por las mismas razones....

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    1. Con lo que cuesta hacerse una burbuja en condiciones. ¡Bendita venda en los ojos!
      Y Pablo Motos es como clavarse alfileres bajo las uñas, prefiero Anatomía de Grey en la etapa chunga de Izzie.

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  2. No soy muy dada a estar de acuerdo en temas políticos, pero he de decir que estoy como loca que aprueben la ley (o reforma o lo que sea) que obligan las las tv a adelantar sus programas 1h. Es decir, los telediarios que empiecen a las 20h y las series, programas, pelis,..a las 21h!!! Lola, así podrás ver más allá del tiempo. jejej. Martuja

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    1. ¿Seguro que hay algo más allá de El Tiempo, Martuja? Pensaba que después de las fotos enviadas por Javier de un precioso amanecer en Burgos tocaba la carta de ajuste.

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  3. Yo me he dado a las series, reviviendo el frikismo que me hizo disfutar tanto de leer a Tolkien, en tiempos lejanos. Así que ahí ando, retrasando el día en que termine la temporada de Juego de Tronos, dosificándome con cuentagotas el buen ratito que supone. Eso sí, lo de "muere más gente que en la guerra" debe de ser por ellos...

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    1. Hay que buscarse la vida televisivamente. Las series son una buena opción pero tienen ese punto adictivo; al final, acabas tragándote 3 temporadas seguidas y acostándote al alba, amor mío, al alba, al alba, al alba.

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