No
suelo ver la televisión. No es una convicción, ni una opción, ni una decisión,
ni una postura. No es ni bueno ni malo. No tiene nada de intelectual -no dedico
el tiempo libre a estudiar filosofía-. Simplemente, se queda apagada.
Por
supuesto, no podría pasar sin el electrodoméstico, tengo un hijo de cuatro años.
Estoy valorando poner un sensor de movimiento que encienda Clan TV cuando pasa
por delante, no digo más.
Mi
principal problema es que tengo vetada gran parte de la parrilla televisiva. Añadamos
que, como sigan prolongando El Tiempo y retrasando el prime time, vamos a tener que hacer gaupasa para ver una película en
directo y hasta el final. Y una ya no está para que le den las 12:30 un martes.
Diría
que todo comenzó dejando el telediario cuando mi vida era una putada detrás de
otra. No podía soportar las malas noticias, bastante tenía con sobrellevar las
que nos acechaban en cada esquina. Ése fue el primer y más definitivo paso; una
vez que te vuelves tolerante con una vida en la más absoluta ignorancia, puedes
seguir la senda del apagón.
Evidentemente, se sumaron las series de médicos. No me entretenía nada el ambiente
hospitalario, que tenía el placer de conocer de primera mano. Tampoco estaba
preparada para los tristes devenires de los pacientes y, menos aún, para los (in)esperados
giros de guión cuando tocaba deshacerse de un protagonista que iba a probar
suerte en el mundo del cine.
Cualquier
programa que me acercase al sufrimiento ajeno quedaba, inmediatamente, fuera de
consideración. Incluiré los terribles y sanguinarios documentales donde fallecen
miles de preciosos bebés gacela. No los veía pero, desde luego, no era un buen
momento para acercarse al mundo cruel de la naturaleza.
Tenía
que escoger las películas con cuidado. Descubrí entonces que comedia romántica
no es una garantía, se cuelan desgracias a tutiplén y una está muy sensible para
que el padre del amigo del protagonista muera de cáncer. El ojo inexperto no se
dará cuenta del dato, sin importancia alguna para el desarrollo del film, pero
si lo que tratas es de no pensar en cáncer, te aseguro que te cagas en los
guionistas. Esto supuso también una drástica reducción de las posibilidades televisivas.
Esos
fueron mis comienzos. Ahora, la maternidad está haciendo su propia criba.
Con
los gritos de mi hogar tengo más que de sobra –y la cabeza como un bombo-, como
para elegir un pollo retransmitido. No soporto los debates encendidos, ya sean
políticos o marujiles. Meter en mi casa insultos, desplantes y faltas de
respeto de desconocidos no me entretiene, sólo me produce ansiedad y mala
leche. Y, francamente, no puedo permitirme semejante gasto en una opción lúdica.
Me
cae mal Pablo Motos, eso también merma mis opciones.
Al
final, en mi horario ideal (de 21:00 a 23:00) sólo puedo ver el telediario, los
deportes y el tiempo (con tanto detalle, soy capaz de dibujar mis propias isobaras
y hacer mi predicción meteorológica para el fin de semana). Así que, mientras
no tenga CANAL+ y haya que conformarse con la programación estándar, creo que la
televisión seguirá quedándose apagada. Me aburro de hacer zapping buscando algo
que ver…
Aquí otra que dejó de verla por las mismas razones....
ResponderEliminarCon lo que cuesta hacerse una burbuja en condiciones. ¡Bendita venda en los ojos!
EliminarY Pablo Motos es como clavarse alfileres bajo las uñas, prefiero Anatomía de Grey en la etapa chunga de Izzie.
Jajaja, està claro! xD
EliminarNo soy muy dada a estar de acuerdo en temas políticos, pero he de decir que estoy como loca que aprueben la ley (o reforma o lo que sea) que obligan las las tv a adelantar sus programas 1h. Es decir, los telediarios que empiecen a las 20h y las series, programas, pelis,..a las 21h!!! Lola, así podrás ver más allá del tiempo. jejej. Martuja
ResponderEliminar¿Seguro que hay algo más allá de El Tiempo, Martuja? Pensaba que después de las fotos enviadas por Javier de un precioso amanecer en Burgos tocaba la carta de ajuste.
EliminarYo me he dado a las series, reviviendo el frikismo que me hizo disfutar tanto de leer a Tolkien, en tiempos lejanos. Así que ahí ando, retrasando el día en que termine la temporada de Juego de Tronos, dosificándome con cuentagotas el buen ratito que supone. Eso sí, lo de "muere más gente que en la guerra" debe de ser por ellos...
ResponderEliminarHay que buscarse la vida televisivamente. Las series son una buena opción pero tienen ese punto adictivo; al final, acabas tragándote 3 temporadas seguidas y acostándote al alba, amor mío, al alba, al alba, al alba.
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